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Sin Reservas

El 14 de diciembre de 2009 se quebró una relación de respeto que se había mantenido durante más de cinco años entre el Banco Central y los Kirchner, cuando el Gobierno, con un decreto, decidió usar las reservas para financiar el desmedido aumento del gasto público sin consultar al propio presidente del organismo, Martín Redrado. Esta estrategia tiene un efecto económico, pero parte de una raíz política: cómo se ha manejado el país desde 2003. 

El denominado “modelo” que tanto se ha reivindicado en los últimos años está agotado y, luego de varios manotazos –el más flagrante, a los fondos previsionales—, el Gobierno decidió “ir por todo” al violar la autonomía del BCRA, una de las pocas instituciones del Estado que aún gozaba del respeto de la sociedad y de los agentes económicos.

El objetivo de esta arriesgada jugada del kirchnerismo —que incluyó desde “apretar” a jueces de la Nación hasta eludir la opinión del Congreso— consiste en financiar el déficit fiscal en pos de perpetuarse en el poder, a costa de un verdadero fenómeno inflacionario como el que ya sufrió el país en el pasado. En Sin reservas Martín Redrado cuenta en primera persona cómo los Kirchner intentaron previamente usar los fondos del BCRA para comprar YPF y para fomentar un “auto popular y peronista”; sus peleas con Guillermo Moreno por el Indec; las presiones devaluatorias que ejercieron los Kirchner sobre el Banco Central, y sus propuestas para que la Argentina pudiera volver a financiarse en el mercado a una tasa de interés baja sin tener que malgastar las reservas, el único recurso sólido que, hasta ahora, le quedaba al país para defender la estabilidad del dólar y los ahorros de todos los argentinos.

Sin reservas, a diferencia de los libros escritos por analistas externos que han intentado descifrar cómo gobiernan los Kirchner, tiene un plus inigualable: es el relato apasionante de alguien que, aun sin tener una relación personal cercana con el matrimonio presidencial y sin pertenecer a los “pingüinos”, mantuvo una cuota de poder fundamental para tomar decisiones en el Gobierno desde septiembre de 2004 hasta enero de 2010.

A todos los que me apoyaron, por la fuerza que me dieron para llegar hasta el final.

PRÓLOGO

Siempre tuve la convicción de que todo hombre público debe rendir cuenta de sus actos. Esta ética de la responsabilidad es, a mi juicio, una condición esencial para vivir en una República. No puede sorprender entonces que, con la memoria fresca de cinco años y cuatro meses de gestión al frente del Banco Central, me haya puesto a escribir este libro que hoy está en sus manos. Reitero así, la experiencia que dio por resultado “Tiempo de Desafios” (1994) y “Exportar para crecer” (2003), ambos publicados por Editorial Planeta.

En esta oportunidad, al avanzar en la lectura de “Sin reservas”, usted encontrará documentos inéditos, pues nunca vieron la luz pública, que permiten realizar un análisis desapasionado de cómo se tomaron decisiones económicas trascendentes para el país. También, y gracias a que tomo nota de todos los hechos que me impactan, el lector encontrará diálogos textuales de reuniones con las más altas autoridades del país y la cronología nunca contada de la crisis que se disparó a partir de la firma del Decreto 2010 que decidió, de un plumazo, cambiar el rol de las reservas consagrado en la ley.

Esta situación no buscada puso al Banco Central y a quien escribe frente a una decisión crucial. Nuestra respuesta fue simple: fuimos consecuentes con el cumplimiento de la ley y de las normas vigentes, aún enfrentando presiones y otras cuestiones de un Gobierno que se lleva todo por delante. Estoy convencido de que gracias a nuestro accionar del mes de enero, nunca más será posible “usar” al Banco Central de espaldas a la ciudadanía y sin la intervención del Congreso Nacional. Quizás, este sea el logro más importante de mi gestión: haber puesto límites al Poder Ejecutivo, cuando todos miraban para otro lado, levantando sus copas para brindar, por haber sobrevivido a un tan año difícil como el 2009. Fue preciso recurrir a todas las instancias judiciales y legislativas para que, de aquí en más, ningún presidente, por más iluminado que sea, pueda cambiar la estructura de las instituciones de nuestro país, sin un debate legislativo previo. Estas acciones fueron el corolario de la independencia de criterio que mantuvimos durante nuestra gestión.

En efecto, en el período 2004-2010, el manejo de las tres variables fundamentales del Banco Central siempre se realizó con criterios estrictamente profesionales. Tanto el nivel de reservas como el nivel de tipo de cambio y las tasas de interés se fijaron dentro de la institución, evitando todo tipo de presiones políticas.

Advertimos que con la apropiación de las reservas, y su monetización para financiar el déficit fiscal, se ha sobrepasado otro de los límites establecidos por nuestra gestión: el Banco Central no debe enjuagar, con emisión, los desbordes presupuestarios.

Como en todos mis ensayos anteriores, sobre el final de “Sin Reservas” esbozo mi visión de la Argentina para los próximos años. Estoy convencido de que con un plan económico integral, que coordine la política fiscal con acceso al crédito voluntario, junto a la política salarial, de competencia, monetaria y cambiaria y un equipo de profesionales con probada experiencia de gestión, Argentina emergerá con todas sus fuerzas creativas y productivas. Nuestro vecindario sale fortalecido de la crisis internacional en relación con otras regiones del planeta. América del Sur comienza a instalarse dentro de las principales corrientes inversoras del mundo. ¿Por qué la Argentina va a estar al margen de esta tendencia?

Como ya estoy trabajando con mi equipo para que esto sea una realidad en los próximos años, concluyo este libro con una agenda para el crecimiento sustentable.

Gracias a la formación de un grupo de economistas que viene trabajando hace quince años, logramos establecer un verdadero dique de contención y racionalidad para la economía argentina. En efecto, a fines de enero de este año dejé un Banco Central más sólido del que encontré en 2004. En los últimos años, la institución generó tres bienes públicos, hasta el momento ausentes en la historia económica argentina: la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera y la previsibilidad cambiaria. Este es un hecho inédito para un historial signado por la incertidumbre y las crisis recurrentes. En efecto, pudimos quebrar una racha histórica de tres décadas que implicaba crisis monetaria y cambiaria cada siete años.

Los cuatros pilares fundamentales de nuestra estrategia fueron

1) Brindar estabilidad monetaria a partir de una estricta convergencia entre la oferta y la demanda de pesos,

2) Establecer un régimen de tipo cambiario flotante administrado que genera previsibilidad cambiaria,

3) Implementar políticas anticíclicas, es decir, juntar en épocas de bonanza para gastar en tiempos de escasez y

4) Generar una regulación y supervisión que proteja los ahorros de los argentinos.

Estos cimientos funcionaron adecuadamente ante cada episodio de turbulencia experimentado en los últimos años. Sin ir más lejos, en 2009, todos pronosticaron problemas con el dólar o los depósitos de la gente, a partir del agravamiento de la crisis financiera internacional y las cuestiones de orden interno. Sin embargo, si no hubo crisis, fue por el accionar del Banco Central, que se convirtió en un pilar de solidez para la economía argentina. El régimen monetario y financiero implementado ha demostrado tener una contundencia rotunda frente al mayor cimbronazo internacional de los últimos ochenta años: a pesar de los shocks, los depósitos y el crédito continuaron creciendo, a la vez que la tasa de interés y el tipo de cambio mantuvieron una trayectoria suave y controlada, que disipó los “fantasmas” del pasado. De este modo, el “poder de fuego” demostrado, una y otra vez, por el Central hizo posible que la salida de capitales se disipara. Más aún: a partir de la confianza generada por nuestro accionar comenzaron a observarse resultados positivos del mercado de cambios, donde la demanda de dólares por parte del público “se transformó” en oferta de divisas, hacia el final del año pasado.

Así, nuestras políticas han demostrado, con hechos, la capacidad de generar estabilidad en las variables monetarias, financieras y cambiarias. Los ahorros de los argentinos nunca estuvieron en riesgo, y ninguna entidad requirió asistencia de parte del Banco Central, mientras que en otros países, la crisis financiera se cobró víctimas entre los ahorristas y provocó cierres de bancos. Este resultado, lejos de ser casual, ha sido causal: la regularización diseñada entre 2004 y 2009 había previsto los mecanismos de provisión de liquidez que “regara suficientemente el bosque” en caso de sequía de los capitales externos, así como altos estándares para el mantenimiento de la solvencia de los bancos. En particular, la persistencia de las políticas a lo largo del tiempo ha permitido cambiar las expectativas de los ciudadanos frente a las turbulencias. Como en cada uno de los numerosos episodios enfrentados, esto se efectuó siguiendo una estrategia secuencial: primero procurando las condiciones para restablecer la demanda de pesos y luego inyectando liquidez para evitar el quiebre de la cadena de pagos y defender la estabilidad sistémica.

El manejo del tipo de cambio habilitó un hecho inédito en décadas: la fluctuación del peso –movimiento natural frente a un shock como el sufrido por la economía mundial– tuvo lugar sin el menor indicio traumático sin corridas ni nerviosismo en el público. El tipo de cambio se ha desplazado a lo largo de su sendero de equilibrio, siguiendo su tendencia de largo plazo y evitando una volatilidad innecesaria que pudiera perjudicar las decisiones de ahorro e inversión.

La política de acumulación de reservas internacionales puesta en marcha entre 2004 y 2007 permitió que el BCRA aprovechara los momentos favorables del ciclo internacional para acumular recursos (cuando el costo de oportunidad de hacerlo era bajo), que luego utilizó activamente para estabilizar el mercado cuando las circunstancias cambiaron. Hoy las reservas se ubican en niveles adecuados para disuadir cualquier “ataque especulativo” contra la moneda local. En un contexto externo hostil, hemos alcanzado un nivel récord de reservas bajo una óptima política de administración de las mismas y siempre manteniendo la prudencia monetaria.

Muy lejos de las serias dificultades por las que atravesaron los ahorristas a nivel mundial, Argentina presenta una realidad completamente diferente, con fortalezas en todos esos frentes, gracias al trabajo que se ha venido haciendo a lo largo de estos últimos años en materia monetaria y en el dictado de normas prudenciales financieras. Las bases están sentadas para que el vínculo entre el ahorro e inversión, a través del crédito, se fortalezca y apuntale el crecimiento económico de manera sostenible. Las entidades han concluido el camino de normalización en sus balances y hoy gozan de altos niveles de liquidez y solvencia. Respecto de los activos, ha descendido de manera notable el crédito al sector público a partir de regulaciones específicamente destinadas a tal efecto. A nadie se le escapa que en la actualidad la banca se encuentra en una situación fortalecida frente al riesgo, ya sea de liquidez, de crédito, de moneda o de mercado. Asimismo el crédito al sector privado supera ampliamente al crédito al gobierno y la irregularidad se ha mantenido en mínimos históricos, lo cual muestra un sistema focalizado en atender a las familias y empresas.

Definitiva e indudablemente, la tarea emprendida desde el BCRA en estos últimos cinco años ha sido totalmente superadora respecto la situación preexistente, tanto en materia monetaria como financiera. Por todas estas características, se trata de un régimen que evita las “híper todo”, esto es devaluación y/o inflación, la volatilidad excesiva de la economía real y cualquier mecanismo de retención forzosa de los depósitos (confiscación y pesificación). Sin duda, en comparación con experiencias pasadas “la foto” es hoy sustancialmente mejor.

A esto debe agregarse tareas dirigidas a la reinserción internacional del BCRA, recuperando un lugar de relevancia entre las economías emergentes. La participación activa en el Grupo de los 20 y en el Banco Internacional de Pagos de Basilea, permitió el ingreso, con voz y voto, al Foro de Estabilidad Financiera y al Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, ejes de la actual reforma a la arquitectura financiera internacional. Allí, el BCRA ha contribuido en el desarrollo de nuevas medidas para la estabilidad del sistema financiero internacional a partir de la experiencia pasada y los resultados presentes. También, fuimos elegidos por nuestros pares del continente para presidir el Consejo de las Américas que reporta los intereses de la región al Directorio de la entidad helvética. En este mismo sentido se encuadra la realización de las Jornadas Monetarias y Bancarias anuales, ya instaladas como uno de los principales foros internacionales de discusión entre los círculos académicos y de banqueros centrales. La recreación y jerarquización del área de Investigaciones Económicas (responsable, entre otras cosas, del armado de modelos econométricos según los cuales se elabora el Programa Monetario), permitió convertirla en uno de los centros de investigación en temas macro y monetario más importante de la región. La política de comunicación, transparencia y apertura del BCRA hacia la comunidad no solo se procuró en términos técnicos. Se trata de una institución de y para todos los argentinos, por lo que se llevan a cabo acciones para alcanzar a todo el público mediante actividades de interacción con la comunidad tales como becas, premios a las artes, y el desarrollo del Programa de Alfabetización Económica y Financiera para jóvenes de la escuela primaria y secundaria.

En definitiva, en los últimos cinco años, diseñamos y consolidamos un esquema monetario y financiero sólido y robusto que nos ha permitido transitar con estabilidad distintos escenarios internos y externos. Así, superamos con éxito numerosas pruebas, siendo capaces de, por primera vez en décadas, brindar estabilidad monetaria, financiera y tranquilidad cambiaria a todos los ciudadanos. Esto le permitió al Banco Central consolidarse como una de las instituciones más importantes para la estabilidad macroeconómica de nuestro país y un verdadero pilar de solidez para la economía argentina.

Todo esto no hubiera sido posible sin el esfuerzo incansable de los 2500 trabajadores que me acompañaron en estos años. También resultó reconfortante el apoyo recibido de los banqueros Centrales de Asia, Europa y las Américas y también de varios Ministros de Economía de los países desarrollados. Pero el apoyo afectivo de toda mi familia fue determinante en mi espíritu, más aún para ellos que vivieron, como nunca antes, momentos de tensión que culminaron en una situación límite. Si cada uno de ellos no hubiera estado conmigo, estas páginas no hubieran salido a la luz.

Martín Redrado

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